Quédate o vete

Yo tendía a enamorar siempre a las buenas personas, mientras que yo me enamoraba de los capullos.

 

Nos devorábamos como si fuera aquella, nuestra última noche en el planeta Tierra.

Todo iba demasiado deprisa. El vino había creado el efecto exacto que yo tenía en mente desde aquella mañana.

Podría decirte que era totalmente consciente de que dentro de unas horas iba a desaparecer, pero no lo era. Tuve el presentimiento de que, esta vez, iba a quedarse conmigo. Pero no, se fue. Como todas aquellas cosas que no le dije y debería.

Llevábamos más de una hora subidos a aquel coche rojo destartalado dando vueltas por Madrid intentando encontrar un sitio para aparcar sin correr el riesgo de ser multados. Porque yo no iba a pagar parte de dicha cuasi-multa.

Ese día estaba realmente guapo. No es que no lo sea de por sí, sino que la luz primaveral que se había asomado por primera vez después de semanas de intensas lluvias, creaba una especie de aura mágica. Hipnótica.

Al minuto número uno, yo ya quería besarle.

“Yo no quiero enamorarme de ti, lo siento”

Todo el día lleva rondando esa escena por mi cabeza. A pesar de haberme levantado esta mañana sola en mi cama, con todo tirado por el suelo, preguntándome qué había pasado. ¿Había sido un sueño? ¿Qué día es hoy? Mierda, son las cinco de la mañana y dentro de cuatro horas entro a trabajar.

Soy caótica.

Acaba de sonarme el móvil y es él. No entiendo nada.

Si no me quieres, ¿por qué me persigues?

Que alguien me lo explique.

“Me pillas bastante ocupada, hablamos en otro momento”

IMG_1956

Tengo que alejarme de él como sea. Es inútil. Me castigo mentalmente por haber sido tan idiota: “ahora que está ahí, tú lo rechazas. Eres imbécil”.

Porque sí. Porque las mujeres da igual cuantas veces nos hayan roto el corazón, nosotras siempre queremos lanzarnos a la piscina. Siempre estamos seguras. ¿Nos rompen el corazón? Sí. Tenemos unas semanas de luto, vemos que no merece la pena estar mal con una persona que ha perdido la oportunidad de poder descubrirnos como mujeres y como personas, y seguimos hacia delante. Sin miedo a volver a enamorarnos. Sin miedo a conocer a otras personas. Puede que nos equivoquemos o puede que no, pero sabemos (más o menos) lo que queremos y lo que tenemos. Y si decimos que con este hombre me quiero equivocar, nos equivocamos. Y aprendemos. Eso siempre.

Los hombres no. Tienen una relación que les sale mal y ya castigan al resto de las mujeres: “no estoy preparado”, “no quiero una relación”, “eres más de lo que esperaba”, “no te merezco”… ¿Es necesario seguir? Creo que ha quedado todo claro. Tiene un miedo horrible al compromiso pero, sobretodo, tienen miedo a enamorarse de la persona adecuada.

¿Y si yo soy su persona adecuada? ¿Por qué no se arriesga a saberlo?

Y mientras las mujeres van conociendo a una gran cantidad de hombres, y éstos pasan por nuestra vida, nos preguntamos: “¿dónde está el definitivo?”

Simplemente, no hay.

Así que seguimos haciendo prueba y error. En un círculo continuo. Sin fin.

Porque sí, el amor, a largo plazo, es igual a “parte de mi felicidad va a depender de otra persona” y eso nos asusta, a ti, a mí y a todos.

No busques una explicación, lo bonito de los sentimientos es que no la tienen. Al grano. No está enamorado ni predispuesto a estarlo y cuando no hay amor, nunca es ni será el momento adecuado, por lo tanto, primera conclusión, no existe el amor perfecto en el momento equivocado. Hay personas que se conocen en el “momento equivocado” para más adelante reencontrarse en el momento perfecto, y hay amores equivocados que llegan en el momento perfecto para darte una lección de vida y es entonces cuando comprendes que cada persona llega justo en el momento que tiene que llegar. En el momento idóneo para empezar de nuevo o cerrar el libro y darte cuenta de que necesitas leer otro género; en el momento perfecto para aprender algo, para hacerte más fuerte, para crecer; en el momento clave para conocerte un poco más, porque al fin y al cabo, el único, la única que importa, eres tú.

Esas personas, de las cuales aunque lo intentara nunca llegué a querer de la misma forma que ellos lo hicieron conmigo, podrían haber sido mi chaleco salvavidas; mis respuestas a todas las preguntas que me hacía a lo largo del día… Y, sin embargo, siempre terminaba por romperles el corazón. Odiaba ser así, porque ninguno de ellos se merecía ese rechazo. Tiempo más tarde, ellos encontraban a su media naranja, y yo les envidiaba a ellas por lo fácil que debería ser su vida amorosa con alguien que las quería de verdad. Ahora les veo a ellos: felices, enamorados. Y yo sigo siendo aquella persona que fui el día que me conocieron. Ya vivían con sus parejas, tenían hijos o habían decidido, en su defecto, comprarse un perro o un conejo a medias. Yo no tenía nada, pero tampoco era algo que me preocupara o no me dejara dormir. Estaba decidida a vivir mi vida de la forma en la que yo quería. Convencida de que conocería a más capullos y a buenísimas personas de las cuales, yo nunca me llegaré a enamorar.


Nuria Baviera: @nuriabaviera

Un comentario en “Quédate o vete

Deja un comentario