Crónica de un día par

Estoy aquí, sigo viva.

Es lo único que se me ocurre gritar hacia mis adentros mientras pongo mi mejor sonrisa y muevo mi cuerpo como un robot. Gestos automáticos a los cuales ya me he acostumbrado.

Conviértete en alguien feliz

Todos están para lo bueno. Pocos para lo malo.

A nadie le gusta estar, o creo que no es agrado, con personas tristes. Todo el mundo tiene cosas mejores que hacer que escuchar las penas del resto. Mirarse al ombligo está de moda; ver al prójimo, interesarse por la otra persona; querer ayudarla. Obsoleto y pasado de moda si no es a través de una red inalámbrica.

«Cualquier cosa que necesites, estoy aquí.»

Panda de mentirosos.

Para mí, las personas que siempre son felices están bien durante una temporada pero, ¿qué aportan ellos? ¿Dónde están todas las lecciones de vida que deberían enseñarnos?

Preséntame a alguien triste. Hoy tengo ganas de salvarle la vida. 

Yo he conocido la derrota. He sabido lo que es estar muerta. Experimentar la soledad y la compañía vacía es uno de mis pasatiempos favoritos: más vale sola que mal acompañada al final siempre es la mejor solución.

Les grito, aunque ellos no me oigan.

Les pido piedad, aunque no exista para ellos. Darme tregua, calzad con mis zapatos. Sentir mi dolor. Acariciar mis necesidades. Respirar inseguridad. Nadar entre la incertidumbre. Adorarme. Odiarme.

Vivir conmigo. Vivir de mí.

Siempre nos quejamos. Nuestros dramas son peores que los del prójimo. Nuestras vidas siempre van a ser más miserables que las de ellos. Egoísmo.

Y, mientras tanto, la otra persona se muere por dentro. Se marchita. Te necesita. Ansiedad. Asfixia. Sálvale la vida.

Sigue con tu vida. No pares. Pasa delante de las personas sin que nada te importe. Vive de la hipocresía, es barata al fin y al cabo.

Ser independiente es un precio muy alto a pagar. Es hacer ver/creer que nada te importa. Al menos no todo tiene la importancia que para alguien corriente tendría. Todo tiene solución. Excepto la muerte.

Y tú.

Que alguien me salve la vida. Ven y dime que todo irá bien. Arrópame en la cama y acaríciame hasta que me duerma, luego podrás irte.

Cuéntame historias tristes con las que yo pueda soñar. Bésame la frente como solía hacerme mi abuela, ese beso suave de tranquilidad. Imagíname un mundo paralelo a este en el que todo esté bien, en el que yo no tenga ganas de que los minutos pases como si fueran estrellas fugaces.

Preséntate en mi puerta y mata a todos los monstruos que quieren devorarme de madrugada. Acaba con mis ojeras moradas de echar de menos algo que nunca desapareció. Bórrame todos los malos recuerdos. Sírveme una copa de vino. Hazme la cena. Repíteme que todo irá bien. Hazme creer que todo irá bien.

Sálvame la vida, por favor.

Sálvame de mí misma.

Aquí y ahora.

Por y para siempre.

Y mientras te grito con lágrimas todo esto por dentro, pongo mi mejor sonrisa, coloco las gafas de sol en su sitio y te cuento que todo va bien en mi vida mientras muevo la cucharilla del café y te robo un cigarro.

Te vas. Me voy.

Sigo sintiéndome vacía.


Nuria Baviera: @nuriabaviera

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