18 DE FEBRERO: DOS AÑOS DESPUÉS

Tenía el tono de piel más blanco que había visto nunca. Muchos le decían que era casi transparente, y eso me gustaba, porque siempre pensé que se le podía ver el alma y el corazón sin necesidad de preguntar.

Era la persona más pura que había conocido jamás. Si dijera que era sincero mentiría, porque nunca he conocido a nadie lo suficientemente sincero como para que se merezca dicho título.

Me eligió a mí. Y yo a él.

Recuerdo que la primera vez que me tocó, mi cuerpo renació. Había pasado tanto tiempo sin saber qué era el contacto humano, que aquel momento parecía sacado de una película. Notaba como los pelos de mi brazo empezaban a erizarse y el corazón me latía a mil. Y solo me cogió de la mano.

Cuando llevas mucho tiempo sin hablar con alguien, sueles olvidar su voz. Por suerte, yo conseguí grabarla y le suelo dar al play cuando le echo de menos. Tenía una voz cómica, y era agradable cuando susurraba. Se reía de una manera diferente al resto, no fingía. Y cuando algo le resultaba realmente gracioso, daba una palmada y se apartaba el flequillo de la cara.

Su flequillo. Su pelo.

Era una pequeña imitación a una estrella del rock. Porque él quería ser estrella del rock. Tener muchas “groupies” y una habitación entera de guitarras con una pequeña estantería llena de púas colgada en la pared. Cada una de ellas correspondiendo a todos los sitios en los que había dado un concierto.

“Eres un perro, así que te actualizo yo. Lo sabes todo. Va a ser cortita que no tengo muchas ganas, pero mira, lo hago por que sé que te gusta 🙂 De nuevo te digo gracias por todo lo que has hecho por mí, por haber estado siempre ahí cuando me ha hecho falta, bla bla bla bla, etc etc… Vamos, todo lo que te suelo decir por el msn, por el blog, por telf y a la cara 😉 Lo sabes todo. ¿Si o si? (como digas que no ¬¬) Pues eso Luis Valera… ¿Te quiero vale? Muchísimo (L) No hace falta decirlo 🙂 No es mucho, pero es algo. Siento mi gran desgana de verdad. Pero son palabras que expresan la verdad. A desgana pero verdadero.

Tu queridísima amiga, Núria.
Publicado el 12 de Diciembre de 2008”

5 días más tarde, cumplíamos más de un año juntos.

Mi primer “te quiero”. Mi primer “te echo de menos”. Mi primer “todo”.

Era la persona con más paciencia que había conocido por aquella época. Y me hacía muy feliz a su manera, de la mejor forma que sabía.

Recuerdo mi primera vez.

Él era de la gran ciudad. Aquel día decidió llevarme a ver mundo, y aunque mis padres fueron un poco reacios al dejarme ir sola, terminaron cediendo, dejándome vivir mi primera gran aventura. Con él.

No recuerdo haber viajado en tren hasta conocerle. Me fascinaba hasta la cantidad de botones que debías apretar para poder sacar un ticket con destino a la ciudad. Él me agarraba por la cintura mientras se cogía de la barandilla para evitar caerse en caso de que el tren frenara cuando él menos se lo esperara. También solía abrazarme por encima del hombro cuando conseguíamos asiento.

Bajamos de aquel transporte y todo era ruido: cantidades de personas corriendo de un lado para otro y, otras, sentadas esperando su llegada. «¿A dónde irán todas esas personas?» Le preguntaba siempre. Él me respondía: “A encontrar su felicidad”. Era increíble la visión que tenía de la vida por aquella época. Mientras yo buscaba cada explicación rebuscada de los «por qué’s», él se limitaba a vivir intentando no preocuparse por las cosas más insignificantes. Era el que estaba ahí cuando todo iba mal. Cuando las noches se hacían minutos pegados al teléfono.

Me enseñó todos y cada uno de los rincones que yo nunca llegaría a conocer si no hubiera sido por él.

Ahora cuando paso por todos esos lugares, aparecen nuestras siluetas como si de un fotograma se tratase, y nos veo besándonos o cogidos de la mano. Felices, despreocupados. Como si tuviésemos toda la vida por delante. Como si fuéramos eternos. Él y yo.

El recorrido final siempre terminaba en la misma cafetería a la cual nos volvimos adictos. Otra cosa más que me enseñó. Puede parecer que pedir un «frapuccino» de vainilla sea coser y cantar, pero para mí, pequeña niña inocente de 14 años, fue una de las cosas que más me costó aprender y que me daba vergüenza pedir, por eso siempre tenía que dirigirse él a la caja y disparar toda la cantidad de cosas que hacía falta decir para que te vendieran un batido.

A ti te gustaba mirarme detrás de la carta de postres.

Otra opción era ver una película. Nunca he visto tantas películas como cuando las veía con él. Creo que de ahí viene mi afición por el cine. Nos daba igual que película ver. Comedia, romance, thrillers, películas independientes…  No importaba si había ganado o perdido en los Oscar’s. Recuerdo un día que fuimos a ver Saw V (año 2008): ni siquiera aguantamos 10 minutos de película. Bueno, yo no aguanté ni 5 minutos de película, pero me hice la valiente hasta que vio mi sufrimiento y me propuso colarnos en otra sala. Por esas pequeñas tonterías, me hacía feliz.

“Será como si nunca hubiera existido”

Y así fue. Se fue.

Fue doloroso, porque no había otro remedio que verle todos los días. En los pasillos, en el comedor, en la clase de informática, en la zona de los autobuses. En todas partes. Mi principal pilar que me sostenía en pie se había ido de mi vida con otros 3 pilares más. Era como si alguien hubiera muerto. Como si yo hubiera muerto.

Fue una de las peores etapas de mi vida, sin ninguna duda. Me despertaba gritando en mitad de la noche, teniendo pesadillas. Se lo llevó todo. Yo me lo llevé todo.

Decidí coger vacaciones nada más terminar el 1º curso de la época más decisiva de mi vida. A mi vuelta, la primera mala noticia de mi vida estaba esperándome.

“Leucemia mieloblástica aguda. Relacionada con terapia de Leucemia mielodie aguda”

¿Por qué nadie me había avisado de esto antes? Daba igual que ya no formara parte de su vida, que yo ya no significara nada para él. Y-o-m-e-r-e-c-í-a-s-a-b-e-r-l-o.

¿Dónde está mi agenda con todos los números de teléfono cuando hacía falta? Genial, no la encuentro. Y se me ha olvidado su número de teléfono (el cual me llegué a saber por un tiempo de memoria, y el de su casa). Bueno, tranquilidad, voy a buscar por las redes social… ahí está. Añadir amigos.

– “Me acabo de enterar, no sé si es buena idea que te hable, pero no puedo quedarme indiferente ante esto. Quiero que sepas que, aunque no vayas a contar conmigo, estoy aquí. No me iré a ninguna parte.»

– Gracias, estaré bien. Tengo que dejarte, estoy muy cansado. Todo saldrá bien.

El tiempo pasó.

Dos años más tarde yo estaba saltándome las clases como uno de esos días en los que no te apetece soportar las aburridas clases de tu profesor de estadística. Pasando la mañana en cafetería con mis compañeros de clase. Almorzando, fumando… Como si el mundo fuera nuestro, dispuestos a comérnoslo, riéndonos a carcajadas. Y, de repente, llegó ese mensaje. La segunda mala noticia de mi vida.

Recuerdo que cuando lo leí no me lo creía. Tuve que repetir la pregunta varias veces temiendo que fuera verdad. Y lo era. «¿Por qué me están gastado esta broma tan pesada?», pensé.

Me paralicé. Veía como todo se quedaba en blanco a mí alrededor, y todas esas sonrisas se apagaban. Ahora que recuerdo ese día, lo veo como una escena de película en la que todo mi alrededor se ensordece poco a poco hasta que todo se queda mudo. Todo giraba a mi alrededor y yo estaba allí, anclada en esa silla de plástico sin poder moverme. Sin saber como reaccionar. Solo tenía mi móvil en la mano. Sujeto con unos dedos temblantes.

Rompí a llorar. Como si fuera la primera vez que experimentaba dolor.

Mis amigos reaccionaron enseguida, preocupados por supuesto. Una vez supieron la noticia no dudaron en llevarme a casa. Dos coches movilizados llenos de gente dirección a mi pueblo. Con la intención de llevarme sana y salva a casa y que yo no sufriera ningún accidente por el camino.

Horas más tarde, y sin saber como, me encontraba reunida con todos los fantasmas de mi pasado de casi 8 años de vida. Yo solo veía lágrimas. Y abrazos. En cierta parte fue bonito porque no solía ver tantas muestras de cariño. Pero ahí estaban todos. Daba igual quien fuera o de que te conocieran. Aunque no nos hubiéramos hablado en la vida, nos lanzábamos miradas de consuelo con mensajes repartidos por el ambiente diciendo: “no puede ser, no me lo creo”.

Al día siguiente nada mejoró. Incluso llovió. El mundo se paralizó un día entero por él. Parecía que el hombre del tiempo, en vez de indicar que habían chubascos, dijera: “hoy se ha ido para siempre”. No sé si existe algo más allá de la muerte, o si algún día descubriremos que de verdad hay un ser supremo que nos maneja como si de títeres fuésemos, pero aquel día hubo algo que quiso que todo el cielo llorara por ti, aunque si hubiera estado en mis manos, las nubes no llorarían. Deberían de estar agradecidas por conseguir una gran compañía como la suya.

Me calcé las botas de agua, me puse lo más oscuro que encontré en el armario y empecé a conducir. Tenía que asistir a un funeral.

Los días empezaron a pasar y todo fue de mal en peor. Yo no salía de la sala de estar de mi casa. Me sentía realmente cómoda enfundada en mi manta marrón, con el pijama puesto durmiendo unas 12 horas al día. Y puede que parezca que fuera una viuda, pero en realidad solo fui una etapa de su vida. Y él de la mía.

Lo peor de todo eso fue no encontrar consuelo en absolutamente nada. Ni en nadie. Quizás el hecho de pasar por toda esa situación yo sola ha sido la peor experiencia de mi vida. Y no se la deseo ni a mi peor enemigo.

Por más que intentaba expresar con palabras todo lo que sentía… era imposible. Mis padres nunca supieron realmente como animarme; ellos me decían: “tómate el tiempo que quieras, pero recuerda que el mundo real te espera, esto no es el fin”.

Y tuve que volver a la realidad. Rota. Hecha añicos.

Me tocó fingir muchísimo. Interiorizarlo todo para mi misma. “Tranquilos, estoy realmente jodida, pero voy a disimularlo de la mejor forma que se me ocurra”.

Con mis amistades la cosa tampoco fue a mejor. Ellos seguían con sus vidas, que era normal. En cierto sentido tenía un pensamiento egoísta porque pretendía que paralizaran sus mundos por mí. Porque les necesitaba. A todos y cada uno de ellos. Pero era una situación tan complicada, que muchos de ellos no supieron como actuar, y más aún cuando nunca le llegaron a conocer.

Nadie entiende cómo es que todo eso me afectó tanto. Estuve meses y meses consultándolo y ni siquiera yo lo sabía. Mis padres fueron los que menos lo entendieron.

He hecho especulaciones, y han pasado los meses y los años, y sigo acordándome de todo como si fuera ayer. De ti.

Siempre pensé que serías una persona que vería algún día, en un futuro lejano, por la calle. Al principio no te reconocería porque te habrías cortado el pelo y cambiado de look, cosa que yo siempre preferí que llevaras el pelo largo (montaba un cristo cada vez que se cortaba el pelo). Imaginaba que me pararía en mitad de la calle y volvería hacia atrás preguntando tu nombre dudosa: “¿Luis? ¿Eres tú?”. Y te girarías, nos saludaríamos y te invitaría a un café. Te contaría como habría ido mi vida en estos últimos años y tú me contarías que por un tiempo fuiste una estrella del rock. La mejor parte de ese futuro recuerdo inventado era que empezábamos a recordar viejos tiempos. Nuestros tiempos.

¿Y ahora? Ahora ya nada. Porque nunca te veré en esa calle con el pelo cortado.

Nunca había escrito algo tan sumamente profundo y complicado de expresar. El dolor que causó todo eso sigue haciendo mella en mi, pero a pesar de ello, seguimos hacia delante acordándonos de ti. Siempre.

Hoy, 18 de Febrero, paralizo mi vida entera y te lo dedico a ti. Recorro todos esos sitios que frecuentábamos y todo sigue igual. Como si los años no hubieran pasado.

Me paro enfrente de un paso de cebra. Está en rojo. Las lágrimas caen sobre mi piel. Nos veo riendo. Te veo riendo. ¿Serás feliz?

Una mujer acaba de acercarse a mi ofreciéndome un pañuelo, preguntándome si estaba bien. Yo, con una sonrisa, le he contestado: “ahora sí, gracias”

Por ser tú, Luis, mi fuente de inspiración diaria. Por recordarme lo importante de la vida…. Gracias.

«Creo que solo hay una forma de grandeza para el hombre, es cuando el hombre puede salvar la brecha entre la vida y la muerte. Quiero decir, si puede vivir después de que ha muerto, entonces tal vez fue un gran hombre. Para mí, el único éxito, la única grandeza es la inmortalidad»

James Dean.


Nuria Baviera: @nuriabaviera

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