Los estribos

Llegamos a ese punto en que ninguno de los dos se ha percatado de la situación. Ni tú quieres que yo sea la llama incansable que ardía en tu cama, ni yo pretendo que tú me sorprendas con cenas caras y horas de cine y alcohol. Algo sucede cuando perdemos los estribos sin saber por qué lo hacemos, sin sentir ya nada de lo que en un pasado sentimos.

La primera vez yo aparecí en aquel receptor, con un espejo sobre el típico mueble de la entrada en una casa, mirándome cada detalle del pelo, cuidando bien que todos los dientes estuviesen blancos, pensando si tú también estarías así de preocupada por dar buena imagen ante mí. Saliste del comedor a verme, y me guiaste con el dedo para que me dirigiese hacia ti.

Una vez me acomodé en ese sofá de terciopelo, color azul oscuro, casi negro, intentando disimular que estaba nervioso, solo esperaba que vinieses a mí, que te acercases y me dieses ese beso que la noche anterior me prometiste tras despedirnos en tu portal. Te abalanzaste y no tuve margen de reacción, pero tampoco pretendía hacer algo diferente a lo que acabamos haciendo.

Esa primera vez, con tus ganas y las mías, prendiste la llama que creí jamás se apagaría. Entre sábanas, que pasaron de estar frías a arder con el simple tacto de nuestros cuerpos yacentes que empezaban a demostrar su atracción, culminamos esas conversaciones hasta el amanecer, esos planes de futuro pensando en realidad en la manera más sencilla para terminar disolviéndonos en uno, dando igual el cómo, el cuándo, y sobre todo el dónde.

Desde eso, echabas a quien fuese de tu casa si te llamaba, con un simple mensaje eras capaz de movilizar al mundo entero para trasladarnos a nuestro propio planeta, al cual ni todos los cometas del universo parecían poder destruir. Quizá el creernos indestructibles fue el principio de nuestra destrucción definitiva, y por ello somos un tú y un yo, cuando antes éramos algo más que un nosotros, porque no había plural con los dos juntos.

De las noches entre altas temperaturas pasamos a un hielo difícil de derretir, pues ni tus miradas hacia mi cuerpo mordiéndote el labio inferior, ni las mías penando en cómo quitarte la ropa rápidamente para disfrutar del resto de tu estancia en mí. De eso, pasamos a no mirarnos cuando estábamos en tu sofá, a no tener tema de conversación de ningún tipo, a dejar de sentir.

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No nos dimos ni cuenta, y el mundo cayó encima de nuestras cabezas como si de un edificio mal agrietado y mal apuntalado se tratase, y destruyó ese yo tan nuestro sin parecer que lo hiciese. Morimos, de repente, pasamos de fuego latente a brasas inertes, esparcidas por el suelo sin ningún tipo de sentimiento.

Perdimos los estribos el uno por la otra, la otra por el uno, pero ellos volvieron aun sabiendo que no iban a ser queridos. Somos pasto de esa lluvia torrencial que ha arrasado con cada una de las hogueras que pudimos crear, pero la lluvia se espera, y esta no la vimos ni teniéndola encima.


José Sousa Murillo: @Sousa_Murillo

Auto-reproches y falsas promesas.

Despierto, de nuevo sola en mi cama, pero esta vez, la ausencia de compañía no duele. Lo que me duele hoy es la cabeza, básicamente por la mezcla de recuerdos y alcohol.

Decido por fin levantarme de la cama, las sábanas se me han pegado más que de costumbre, pero por suerte, no queda nadie en casa, sólo hay silencio y me gusta, no quiero tener que dar explicaciones necias sobre mi búsqueda de la “felicidad”. Sí, felicidad entre comillas, porque aún no se qué es eso exactamente, por muchas ideas que recorran mi cabeza.

Me miro al espejo, perpleja, las marcas emocionales no son las únicas que quedan de esa guerra, pero me da igual, hoy me da igual, sólo necesito una taza de té caliente que me de fuerza para abrir del todo los ojos y hacer memoria.

Todo comenzó la tarde anterior, un simple mensaje al móvil, un te echo de menos que ambos sabíamos que era tan falso como verdadero, pero me resultó extraño que se anduviera con tantos rodeos y quisiese salir a cenar, aún así, acepté gustosa.

Llegó la hora prevista, como siempre, él llegó tarde, con sus mil excusas baratas y una sonrisa en la boca, de esas que no se olvidan ni con las drogas más duras, esa que siempre fue mi perdición. Fuimos a dar una vuelta, perdernos por esas calles que tantísimas veces habían sido testigos de lo que fue y más aún, de lo que pudo haber sido aquella historia, para acabar en terraza del mismo bar de siempre, dónde el camarero nos miraba con atención, hacía tiempo que no veníamos, o mejor dicho, hacía tiempo que no veníamos los dos juntos.

Las copas de vino, dulce, afrutado y bien frío, no dejaban de llegar a la mesa, reíamos como dos niños pequeños el día de reyes, hablábamos sobre nuestros logros recientes y recordábamos los momentos que habíamos vivido en las mismas calles por las que acabábamos de pasear. Cuándo me quise dar cuenta, estábamos en su portal, devorándonos como salvajes, sin miramientos, sin pensar en las consecuencias, yo siendo mi yo más yo, él siendo su él más puro, siendo nosotros sin remordimientos, sin carga de conciencia, con una pasión desmedida y desatada.

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Al rato me desperté en su cama, se había hecho demasiado tarde y mi moral estaba por los suelos, había vuelto a traicionarme a mí misma, había vuelto a la vida que quise dejar en el pasado, así que sin hacer ruido, volví a vestir mis mejores galas que pasaron a ser mero objeto de desprecio por mi parte, recogí mi orgullo, mi dignidad, mi bolso y salí de ahí.

No esperaba nada más de esa noche, sólo quería llegar a mi casa, darme una dueña ducha y meterme en mi propia cama, rodeada de auto-reproches y falsas promesas de que no volvería a caer. Sinceramente, no sé cuándo desarrollé esa capacidad para mentirme a mí misma.

Caí rendida en mi cama, pero las pesadillas no han dejado de perseguirme hasta que me he despertado, con la fe de que todo hubiese sido simplemente eso, una pesadilla, pero no, no lo era.

Continuo mirándome al espejo como ya hace un buen rato, no sé cómo voy a tapar la marca de mi cuello, de las emocionales, bueno, ya se encargarán de ello camas llenas de sexo vacío, o la búsqueda de esa identidad perdida, o más copas de vino, de ese que tanto nos gustaba saborear.

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Sara Ruiz: @sararuiz15

VICTÒRIA

-Victòria, estás millor? Volia telefonar-te, pero no trobava el teu nombre i enviar-te una carta era massa tardà, per aixó m’he decidit a acostar-me pel poble.

-Sí, estic bè, està tot  més que superat, simplement patesc per la meua família, que els costarà asimilar-ho un poc més que mi, sobre tot mon pare, que el pobre està major i no te mentalitat per aceptar-ho.

-Però, com vas decidir-te a donar el pas? Vas ser molt valenta, jo no haguera sigut capaç.

-Al principi tot era bonic, com a un conte de fades, m’estimava molt i jo a ell, però poc després de naixer  la nostra primera filla, tot va canviar. Va naixer un any després de casar-nos, va ser meravellós, una filla, nostra, dels dos, era el que més il·lusió ens feia, i en voliem tindre més. Pero de cop i volta ell es tornà més aspre, més distant i un poc agressiu, començà a beure, tornava a casa totalment bufat  amb un olor que donava angoixa, i una vegada començà açò ja no va aturar-se. Arribava tard al treball, tard i bufat, i aixó no estaba be, tenia que donar bona impressió. Em tenia molt precocupada, apenes em contestava quan li feia preguntes, i com que sempre anava begut, no  tenia sentit res d’alló que em contestava, eren estupideses.  Però jo segia a la meua, treballa tot el que podia netejant per les cases del poble, i àdhuc havia vegades que havia d’ emportar-me a la xiqueta amb el carret per les cases, a mi en donava molta llàstima, la tenia que deixar al carret mentre jo anava netejant i no podía estar tot el pendent d’ella que hagués volgut . Pronte, quan va tindre els dos anys la vaig portar a la l’escola bressol. Era molt trist que la dona de l’alcalde tinguera que anar netejant cases i cuidant iaios per a poder viure dignament, ell es gastava tots els diners en beguda i tabac, i a penes quedava poc per a menjar, a més a més l’al·lerigia de Mar ens eixia molt cara, tenia al·lèrigia a totes les proteines de la vaca, i per que veguera llet, li’n tenia que comprar de soja, que era més cara i al poble no en venien, i havia d’anar a la ciutat més propera, que estava a 12 kilòmetres i mig d’anada i de tornada, i també teniem una hipoteca que pagar. Quan començà a acumular deutes  l’ajuntament, tothom li tirava les culpes als seus regidors, el poble l’exculpà  a ell i el més probable és que la culpa fora sols seua, pero jo no en savia res.I axí anava passant legislatura darrere de legislatura, passant de tot i encarregant-se la pobra secretària. La seua secretària estava preocupada com jo, i m’ho deia, estavem deseperades, bebía massa i treballava poc, no l’importava res gaire, pero a tot el poble erem les úniques que ho veiem, tots el tenien a un pedestal i l’estimaven.

Jo ja no esperava que em prestara cap atenció a mi, pero a la seua filla, a Mar, apenes la mirava, la xiqueta anava darrere d’ell quan arribava a casa , volia estar en son pare, pero ell no estava per a ningú sols per a la beguda i el tabac. Un día va arribar a les dues del matí, la xiqueta, que ja tenia nou anys estava dormida, jo l’esperava al sofà, em tenia preocupada, de cop vaig escoltar la clau al pany, i em vaig tranquilitzar molt, savia que entrava en casa ell, perque no atinava a clavar la clau al pany, i vaig anar a obrir-li. Li vaig preguntar on havia estat, que havia fet i el perqué havia tornat tan tard… Be, perdona’m  Carme , no vull aborrir-te amb les meus penes.

-No, Victòria per favor continua, he sigut molt bona amiga teua durant tota la vida, pel simple fet de que ara ja no visca al poble, i ho faça lluny d’aci, aixó no canviarà.

-M’alegra escoltar aixó, i vols saber com em va contestar, el que me va dir?

-Clar, ho vull saber tot, be, tot el que tu vulges contar-me…

– Va entrar al menjador, i sense esperar a que li diguera res més, em va dir textualment “calla puta” a l’hora que  em va possar la ma al sobre, em va pegar una bofetada com mai ningú ho havia fet, ni el meu pare que era militar i era molt extricte i sever. La galtada va resonar-me, em vaig quedar seca, i  vaig girar-me d’esquenes a ell ,plorant i el pitjor de tot és que no va ser l’única, em va pegar una pallisa terrible aquella matinada, em va deixar mig morta al terra del mejador, creia que em mataria, pero jo no patia per mi, sino per Mar. Pero per sort desde el terra vaig veure com va entrar al nostre dormitor a gitar-se, em vaig quedar molt tranquila, pero sense poder açar-me del terra, vaig pasar la nit allà, i quan es van fer sobre les huit del matí vaig ser capaç de alçar-me i despertar a Mar per anar a l’escola. La xiqueta es va asustar al veurem la cara, jo ni tan sols m’havia mirat a l’espill, tenia una mofla amoratada, i diversos colps al cos, amb els respectius morats. Li vaig dir que la moradura de la galta dreta de la cara me l’havia fet perque em vaig dormir al sofà i al alçar-me per a anar a dormir, com que estava mig dormida,  em vaig pegar contra el marc de la porta, la xiqueta, amb la inocència propia de les criatures, s’ho va creure. I no va ser un cas aillat, ho feia sempre que li venia en gana, i jo estaba molt desprotegida, no podía dir res a ningú, no em creurien, qui pensaria que el meravellos alcalde del poble que tothom estima és un maltractador i un alcoholic? Ll’unica persona que li ho vaig poder dir va ser a el meu germà Jaume, sols li ho vaig dir perque,com sas, és advocat i pensava que em podria ajudar molt, pero en aquells temps no es podía fer res. Volia dir-liu a ma mare, pero no podia, era un tema prohibit, tabú, i si et tocava sofrir-ho t’aguantaves, callaves i tragaves. Pero no podia més, i sobre tot que em possés la ma al sobre no em precoupava, patia, pero res més, el que més em preocupava era que li toqués un sol pel del cap a Mar. Perque alguna volta de tan en tan, els diumenges anaven en bicicleta, pero en menys de mitja hora ja estaven en casa, jo no podia anar, amb les pallises que em pegava era incapaç de pujar-me a una bicicleta, a més a més ella es sentia segura en son pare, normal, no en sabia res, pero jo no suportava l’ausència de la meua xiqueta. Al tornar jo li preguntava que com els havia anat, i sempre em deien el mateix, que molt be. I no crec que Mar em digués ninguna mentida, ja era majoreta, amb dotze anys era un poc més concient del que passava, sabia que son pare i jo no estavem be, pero no sabia el perqué, i jo li ho ocultava el màxim posible, encara que les moradures a la cara no les podia amagar, simplement inventar-me que em pegava colps contra mobles o coses similars al netejar, o que a cause del meu problema de cervicals, que no el tenia, pero alguna cosa havia de dir, em marejava i queia al terra. La meua mare pense que s’ho imaginava, perque era a l’unica a qui li deixava veure els morats sense maquillatge, pero no  podiem dir res, seria un escandol al poble, i inclús a la comarca. I anava aguantat, callat i maquillant-me el morats. I així vaig pasar cinc anys més, en silenci i ocultant-ho tot a tots.  Pero el poble es deien coses, començaren sospitar que em maltractava, pero tenien molt bona impressió d’ell i hi havia molta gent que no s’ho creia. Quan la seua secreterària s’en va assabentar, es va possar del meu costat, em va prestar la seua ajuda, i em va dir que el millor que podía fer era denunciar-lo. Pero per a mi eixa opció no era posible, també m’havia amenaçat de mort si li deia alguna cosa a la policia. Vivia en constant ansietat i por, por per Mar, que ja era tota una dona i m’aterrava la idea, no sols de que li pegara, sino que abuses d’ella. Estava boig i no controlava el que feia, estava baix els efectes de l’alcohol. Moltes dones del poble parlaren amb mi, i intentaren convencer-me de que el denunciara, pero jo tenia clar que no. Quan anava a comprar a la tenda, les dones més xismoses parlotejaven a les meues esquenes, encara que jo les escoltava. Ja ho sabien, se’n havien assabentat, ja era de domini public, l’alcalde maltractava la seua dona. Les xismoses i la majoria de gent del poble sentien llàstima per mi, deien  “pobra dona, en tot el que fa i el que treballa i al sobre quan arriba a casa ha de suportar maltractes, és vergonyos, hauriem de fer alguna cosa al respecte” i escoltava com una altra li contesta,  “nosaltres?, nosaltres no podem fer res, és la dona de l’alcalde, m’agradaria ajudar-la, pero és imposible , com en aquestos temps van a separar-se? Aixó sols pasa a països  moderns com França o Alemanya.” I si, tenien tota la rao del mon, on anava jo amb una doneta de diset anys, que en fariem les dos? Jo treballava tot el que podía, inclús més, per intentar estalviar alguna coseta, pero ho conseguía molt poc a poc.

Ma mare estava cada vedaga més preocupada per mi, i per la seua neta també, pero per mi més ja que a ella no li posava la ma damunt. Anna la secretària del bèstia del meu home venia a vorem moltes vegades, i moltes altres  em cuarava les ferides i lessions. Mentre, Mar anava escoltant alguna cosa pel poble, als pobles ja saps, es sap tot i de seguida, pero suponc que al principi no s’ho volia creure i no em va traure el tema ni un sol dia, es creia les meues excuses sobre els morats. Quan Mar va cumplir el 18 anys, el 21 de febrer de l’any 1972, li prepararem amb les seues amiges una festa d’aniversari sorpresa, li va agradar molt, estava molt contenta, pero son pare no hi estava, no saviem on estava. Ella ni tan sols m’ho va preguntar, suponc que s’ho imaginava. Va tornar sobre les 5 del matí, i com sempre apestant a alcohol, jo per por em amagar al terrat, encara que feia ferd dormía molt més tranquila, sabent que Mar dormía a casa de la seua millor amiga. I així anaven passant els dies, amagant-me i amagant a Mar del seu progenitor. Recorde que un dimecres, després de sopar, Mar i jo ens sentarem al sofà a veure la televisió, feia un calor sufocant i al sobre no corria gens d’aire, per tant vam fer sauna allà segudes. Em vaig dormir, i una veu greu em va fer obrir els ulls, era ell, estava molt alterat, donava por, a més va apareixer a oscures i em va sobresaltar. Parlava amb Mar que estava seguda a la meua esquerra.  Tot pareixia normal, pero va enviar la xiqueta a la seua habitació, amb l’excusa de que era tard. Ella va obeir, pero no entenia molt be el perque, ja que al dia seguent no tenia que fer res, estava de vacances, havia acabat l’institut dos setmanes abans que la resta, perque eixe any li tocava fer selectivitat i la va aprobar amb un 9,6 de mitja, la necesitaba, volia ser arquitecte i en savia que no li podriem pagar una universitat privada. No va tancar la porta de l’habitació, segurament ho va fer perque sospitava alguna cosa i com jo, havia vist son pare alterat, estava atenta a la conversa que tenia son pare amb mi. Jo ni li contestava, estava esperant a que pegara, per a variar. Però aquella nit em va fer patir més, no em va possar la ma damunt, fins una hora després, més o menys , de gitar-se Mar. No anava molt begut, suponc que ho va fer per a que la xiqueta no se’n adonés. Els colps tardaren en arribar, pero arribaren amb una força i una brutalitat molt pitjors que les habituals, em va partir la cella d’una punyada, brollava la sang, pero ell no parava. Quan es va cansar de colpejar-me, va anar a dutxar-se, no com de costum, que es gitava a dormir. Em va estranyar molt, pero com per a dir res…, vaig callar i prou. Em vaig mirar la cara a l’espill, donava por, estava horrible, em costaría tapar-ho molt amb el meu al·liat de molts anys, el maquillatge. Tenia por, marejos i una cella partida en dos, l’unic que se’ma ocorrer fou telefonar a Anna, necesitaba ajuda, i no podía telefonar ma mare, més que res perque mon pare no ho entendria mai, és més defendria Gregori, diria que tenia raons per pegar-me. Anna em va contestar de seguida i en menys de deu minuts la tenia a la porta de casa. Ell encara estava dutxant-se, vaig entrar a oscures a la habitació de Mar, semblava que dormia, vaig forçar la porta perque no pogés entrar el mala béstia i men vaig anar amb Anna. No més vorem es va asustar, tenia marques i ferides  fins al DNI. Va anar a s’ha casa rapidament, vivía sola, tenia novio, pero era de Sevilla i sols estava-hi els caps de setmana, em veurem la cella amb la llum adequada em digé que necesitava punts, jo em negava a anar al metge. Finalment com que la sang no parava de brollar vaig accedir a anar, era la primera vegada que anava al metge per alguna pallisa, sentía por de que em preguntaren com m’ho havia fet. Pero Anna li va contar al metge una mentida fabulosa i molt creible, i així es quedà, li digerem a tots els que preguntaven que m’ho havia fet un encaputxat que em va atracar, ja que en eixos mesos al poble havien hagut diversos robatoris. La nit la vaig passar a casa de la secretària, perque em volien deixar a l’hospital baix observació, pero Anna va convencer el metge per anar-nos-en a casa. A les set i mitja del matí entrava per la porta de casa, el primer que vaig fer va ser anar a veure Anna, no estava a la seua habitació, em vaig agitar molt, perque no hi ha ni un sol dia per molt d’hora que fos que se’n anara de casa sense fer-se el lit, i el estava desfet. A correcuita vaig anar a la nostra habitació, ell tampoc estava . Volia morir-me, no sabia que fer, on els buscaba?, perque clar,el cotxe tampoc estava al garatge, i el que més m’aterrava, que estaria fent-li? No podia telefonar la policía, ni tampoc ma mare, el meu germà estava a Madrid per qüestions de faena per tant també quedà descartat, sols em va vindre al cap Anna, pero ja entenia prou, havia estat tota la nit sense dormir,prefería no molestar-la. Vaig agafar les claus de casa i vaig començar a correr com podia, carrer amunt, carren avall, anava pentinant el poble jo sola, de cop vaig veure el nostre cotxe que anava en dirección cap al cementeri de poble, pero el d’abans, t’arrecordes d’on estava, al costat d’on vivía la Manganta, Tereseta la Manganta?

-Si, la que era cosina de Manel el Botonots, no?

-Si, molt be, eixa. Doncs anaven baixat pel carrer Carcaixent, sense pensar-ho dues vegades vaig començar a correr en aquella dirección, pero amb cura de que no em vejera, anava a una velocitat baixa, pero molt més ràpid que jo arribava a anar en els moments que més corria. De sobte es va parar en sec, al mig del caminal, els veia desde la llunyania, pero ells a mi no. Mar deuria d’estar aterrada, quasi tant com jo. I als segons el cotxe va continuar el seu camí., i jo darrere corrents, com que el camí estava per mig de tarongers, i sols hi havia una exida, vaig decidir atajar pel mig de l’hort del tio Rulla, vaig correr com mai en la meua vida ho havia fet, escoltava el cotxe, que amb les rodes xafava les fulles seques del camí. Vaig conseguir antepossar-me abans d’ells al camí, vaig esperar uns minuts, no escoltava el cruixir de les fulles i el cotxe no parava, decidí tornar arrere uns metres més enllà de la piscina municipal estava parat l’automovil, i el conductor i el copilot no estaven dins. M’anava apropant poc poc, per que no em vejeren.

ROS GARZÓ @rosgc7

Toxicómana

El cursor del Word sigue parpadeando. Lleva así como unos diez minutos y aún no he conseguido plasmar nada.

Parece mentira, porque en realidad tengo mil cosas de las que me gustaría hablar, y las paredes de mi habitación me han advertido que, o termino ya los exámenes, o ellas se mudan a otro edificio. Pobre de mí.

Me gustaría poder acordarme de una de mis vidas, pero acabo de caer en la cuenta de que no tengo recuerdos. Memorias de mi infancia me golpean la cabeza de un lado a otro pasando, a continuación, por la #NoÉpocaDorada del Instituto y termino aquí, en ese mismo instante.

Pero, ¿qué estoy haciendo?” Era lo único que se me pasaba por la cabeza dentro de aquel taxi. Tuve que pedir un taxi porque nunca había estado en aquel barrio. Creo que ha sido el primer taxista rápido que recuerdo desde que tengo uso de razón, y luego cuando les pido que vayan rápido porque tengo prisa (llegar puntual últimamente no es algo que se me de bien) van más lentos que una cabalgata de caracoles. Y ahora ese barrio lo tengo aborrecido. Qué irónico.

 «Venga, no tienes nada que perder»

Al tiempo me di cuenta de que me perdí a mi misma.

Espacio en blanco.

Llamaste aquel día por teléfono, y yo lo cogí como si de un día normal se tratase. En realidad, era un día más que pasaba encerrada entre apuntes en aquel mes de “casi verano”. ¿Un accidente? ¿Cómo que un accidente?

Recogí todos mis trastos como si fuera un tornado y todos se me quedaban mirando con cara de pocos amigos sin saber que tenía que ir corriendo a un hospital.

No vengas, no es necesario. Estoy bien, estoy esperando al médico que no tardará en venir para darme los resultados”. ¿Qué no vaya? Pero, ¿quién se ha creído que es para mandar sobre mí?

Fue la primera vez que tuve que usar el GPS, y no se me dio nada mal. No me perdí, y eso que para los medios de transporte soy una cateta.

Me miré en el espejo retrovisor, aquella imagen se convirtió en una especie de príncipe azul en busca de su princesa. ¿Habíamos cambiado los roles del cuento?

Ahí estaba él. Fingía que no sentía dolor, y lo hacía fatal.

Tenía una pierna rota y posiblemente tenían que operarle. No os podéis imaginar el odio que le tenía a las motos desde aquel instante.

Empezó a gritarme diciendo que me fuera de aquel hospital. ¿Después de todo el camino que había hecho? Ni de coña me iba yo de ahí.

Acto seguido comenzó a soltar un montón de frases para nada preparadas en las que decía que si no iba a poder andar en todo el verano, que no quería estar conmigo. Empecé a gritarle como si no estuviera bien de la cabeza diciéndole que, si hiciera falta, yo le llevaba a rastras hasta la playa con o sin pierna mala. Vale, definitivamente habíamos cambiado los roles del cuento.

 Te quiero.

¿Cómo pudo soltar esa bomba en medio de aquel momento? No estábamos en ninguna escena de Anatomía de Grey, creo yo.

Esa misma noche, me envió un mensaje disculpándose por aquellas palabras. ¿Cómo pudiste ser tan capullo? “Me precipité, es demasiado pronto

Anda y que te den.

Salimos de aquel hospital como si fuéramos dos fugitivos escapando de la cárcel.

Volvimos a aquellas cuatro paredes.

El tiempo pasó.

Conducir era algo que me maravillaba. Me encantaba espiar a todos los conductores al paso que intentaba concentrarme en la carretera. Sacar el brazo izquierdo por la ventana haciendo gestos de ola de mar al ritmo del viento. Subir el volumen de la radio a tal punto que no pudiera oír ni mi propia voz.

Los caminos empezaron a hacerse largos y tediosos. Ya no me gustaba conducir. Ya no me gustaba ir allí. Y, no sé en qué punto, empecé a fingir.

Le conocí en un momento en el que yo necesitaba a un príncipe azul. Ya no un príncipe azul en sí (más que nada porque me parecen inútiles), sino que necesitaba a alguien que me cuidara, alguien que estuviera ahí para hacerme reír hasta que me doliera la mandíbula. Necesité a alguien que tuviera un bol lleno de frutas en la nevera.

Y fue entonces cuando yo me convertí en la persona que estaba buscando. Yo fui ese príncipe azul que iba a salvarle cuando las cosas no iban bien. Aparecía con mi corcel blanco y un par de cafés. Al principio era gratificante ver cómo mi existencia salvaba vidas (aunque solo fuera una), pero luego todo fue dolor. ¿Quién estaba pendiente de mí si yo estaba pendiente de él?

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Las drogas empeoraron la situación. Todo empezó a girar en torno a ellas. Yo las envidiaba porque eran sus amantes. Al final, quedé en un plano secundario. Mi yo cuasi-intelectual empezó a morir lentamente cada día que pasaba. Quedarme dentro de las sábanas azules fue una rutina gris. Y yo me di cuenta demasiado tarde. Aunque, más vale tarde que nunca.

Ahora, cuando hecho la vista atrás, nunca lo quise. Porque el día que todo terminó me sentí libre. Había vivido todo aquel tiempo debajo de una tormenta continua, de esas que te mojan la ropa y calan tus huesos. Pesas más de lo normal y te cuesta avanzar.

Aquella historia que dio sus primeros pasos en un Hospital, terminó siendo lo más tóxico que había conocido jamás. Nada prohibido se equiparaba a todo eso. Y yo no podía parar, no podía dejarlo. Me sentía una drogadicta a una historia que me consumía por dentro, hasta que terminé siendo una de las múltiples colillas que él coleccionaba en su habitación.

Empecé toda esta historia pensándome que nunca llegaría a nada. Y llegó a algo que aún, ninguno de los dos, sabría definir. No lo recuerdo con dolor, sino con rabia.  Y no por él, sino por mí. No tendría que haber dejado que todo fuera a más; debería haber parado el tiempo con el fin de meditar y observar qué estaba pasando a mi alrededor. Yo no merecía noches en el hospital, ni puertas rotas. Viajábamos por el mundo fingiendo que todo iba bien. El problema fue que éramos dos almas errantes que nos encontramos en el momento adecuado para estallarnos contra un muro juntos.

A día de hoy, aún no sé lo que quiero ni como lo quiero pero ,gracias a él, descubrí lo que NO quiero.

 “No quiero tener nada mío hasta que pueda tener todo lo que me guste. No estoy segura de dónde será, pero sí el aspecto que tendrá”

 


Nuria Baviera: @nuriabaviera

Mercenario en la oscuridad

Quiero versos que me alumbren
El mundo que me descubren
Los malos tragos que pasé
Esa oscuridad que alcancé.

Quiero palabras reinantes
Que lleven la voz cantante
Que defiendan mi bandera
Y que griten cuando muera.

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Quiero un legado de pasión
Morir, pecar sin confesión
Ganaré cada batalla
Seré aquel que nunca falla.

Quiero mi día y tus noches
Quiero besos y reproches
Pintar un cuadro en tus muelles
Que jamás perdamos fuelle.

Quiero alcohol y quiero sexo
Fortalecer nuestro nexo
El de tu prosa y mi rabia
Mi poesía y tu labia.

Quiero ser un mercenario
Ser  ese fuerte adversario
Ganaré mil y una guerra
Aunque alguna vez me muera.

Quiero huir del laberinto
Ese que se hace infinito
Ese que me une a tu vida
Hasta que el tiempo decida

Quiero todo, quiero nada
Quiero verte en mi escapada
Hacia las luces del mundo
Nuevo que por ti yo fundo

Rutina de plato frío

Vivo en una continua paradoja, el estrés es mi calma. Y no, no estoy loca. Mi día a día es confuso: mil cosas por hacer y poco tiempo para ello, por eso lo anoto todo y sigo un estricto horario. Hubo quien en su día me lo reprochó, en el fondo lo comprendo.

Digo que es mi calma simplemente porque si no tengo ese ajetreo, no soy yo. En el fondo es mi forma de aislarme del mundo, o bueno, puede que sea la forma que tiene el mundo de aislarme de mi misma. En el momento que pare, todo caerá, como un castillo de arena cuando sube la marea.

Me levanto, siempre a la misma hora, nunca me ha gustado llegar tarde a ningún sitio. En 13 minutos estoy lista para salir de casa, coger el coche e ir a trabajar. Llego con margen de tiempo, me gusta tomarme el primer café de la mañana como siempre: sin azúcar. Tranquila, mientras leo los e-mails que han entrado en las diferentes bandejas de mi correo, ordenadas, no porque el emisor sea más de mi agrado o menos, siempre lo hago por orden alfabético, soy una maniática.

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Con el segundo café de la mañana comienzan las prisas: voy anotando las cosas que surgen e incluso, de vez en cuando, me doy el capricho de escribir alguna idea para un texto, frases sueltas que suelo perder entre los folios de mi desordenada mesa. Sí, soy maniática y desordenada, aunque parezcan cosas muy dispares.

Acabo la jornada, bueno, mi media jornada. Salgo, con ansia de aire “libre” por llamarlo de alguna forma, y me alejo. Miento, no me alejo todo lo que necesito, simplemente me voy a comer algo rápido, rutina de plato frío y con prisas. Comienza la segunda jornada, clases densas y a la vez tan vacías, tan incompletas y que aportan tan poco. Dejo volar la mente, me distraigo con facilidad, lo admito. No dejo de mirar la hora en el móvil, con la tonta esperanza de que los minutos pasen más rápido, pero no lo hacen.

Vuelvo a casa, demasiadas horas fuera y me pesan, incluso más que las preocupaciones. Reviso mi amada agenda, no sé qué sería de mi sin ella, mañana vuelvo a comenzar, como cada día. Vestiré mi mejor sonrisa, unas ojeras que últimamente no me abandonan y muchas ganas de seguir.


Sara Ruíz: @sararuiz15

Viaje al cielo sin movernos del sitio

Bonita escena hemos creado. Tú con tu tú tan tú, yo con mi yo tan yo. Me recibes levantada en tu alcoba, con luz del día, con una tenue y lenta claridad que tapa la cortina roja pasión que tu ventana tiene como gafas de sol. Rojo pasión, no añado nada más sobre este detalle.

Cierras la puerta del dormitorio, donde no vamos a hacer lo que su nombre indica, claro está. Esa puerta de picaporte estrecho, alargado y con manivela, que cierras suavemente, como sin querer hacer ruido, aun sabiendo que nadie nos escucha. Una vez cierras, empieza a despertar la locura que ni el mismísimo Freud sabría explicar. Algo eterno, animal.

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La cama hecha, que poco va a durar, es de esas mullidas, de las que tienen somier, el cual poco va a durar en paz, con los muelles pendientes de sonar, como el cantante en un concierto, esperando a que el público grite. Eso somos tú y yo, público, pero esta vez nos volvemos protagonistas.

Hay una mesilla, es la única que me quita la mirada de ti. En ella hay un retrato tuyo, una foto de tu adolescencia, en la que tu rostro se dibuja tal como lo tengo yo delante. Los años no tienen nada que ver con tu belleza, es algo que parece obvio.

Mientras te acaricio, te quito el abrigo que te regalé la última vez que nos dimos el capricho, uno gris, hecho de lana gruesa, con botones grandes, y luego te quito la camiseta, tú mientras tanto atacas mis pantalones. Ya no me puedo fijar en más detalles del mundo de los comunes, pues mi mundo ahora eres tú.

En mi mundo solo están tu cabello, tu cara, tus senos y poco más abajo de tu cintura ya no existe más. En tu mundo imagino que no habrá mucho más, y es ahí cuando comienza la guerra de nuestros mundos. Creaos nuestra propia película, y por supuesto la rodamos del tirón, pero lentamente.

Yo entro en tu trinchera, tu contraataques desde el aire, nada, que no hay manera de romper este empate, no va a ganar nunca nadie, pero disfrutemos del combate, ya firmaremos la tregua cuando nos apetezca, o cuando estemos exhaustos, que seguramente sea por esto.

Efectivamente. Yo estoy cansado, tú aún jadeas, esto solo implica un buen trabajo, esto solo crea más ganas de repetir, de volver a entrar a esa alcoba, con esa cortina roja pasión. Sí, roja pasión. Coger el picaporte, que lo cierres tú, ver la foto de tu mesilla y…Ya sabes qué va a pasar.

José Sousa Murillo: @Sousa_Murillo

Por mil batallas más

Resurgir en la vida por costumbre

Dejando atrás un dolor degradante

Una mujer fue objetivo constante

Por destacar entre la muchedumbre.

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Murió el sentir y quedó en el alambre

Acabó una disputa incesante

Una batalla que no fue un instante

Lacerante y fuerte como un calambre.

Toca restaurar el orgullo herido

Una vez traicionados los principios

Tratando de alcanzar algo perdido.

Un alma rota rubricó el despido

Castigando con insultos impropios

Dijo adiós, me dejó tocado y hundido.

 

Longavic

Turismo emocional

Se me acercó un hombre que vendía poesías para ganarse algún dinero extra. Al principio le dije que no quería. Lo típico de que estás tomándote unas cervezas y se te acercan a venderte mecheros 7×1€, gafas de sol o, incluso, calzoncillos (la verdad es que me resulta gracioso que me pregunten si quiero calzoncillos viendo que soy una chica).

El hombre siguió con la ruta y se dirigió a la segunda mesa. Ahí fue cuando reculé y le pedí una de sus poesías. En realidad el hombre me dio pena. Bueno, más que pena fue curiosidad: ¿Cómo habrá sido su vida para terminar vendiendo sus letras un Sábado a las 9 de la noche?

“Hablando solo”

Andaba a tu lado hablando contigo junto al mar y te dije:

“Águeda, ¿ves ese barco? Algún día lo tendremos”

Pasaron unos días.

Pasó una semana.

Dos semanas, tres semanas.

Pasó un mes.

Dos meses, tres meses.

Pasó un año.

Dos años, tres años.

Pasaron veinte años.

Y, paso a paso, no sé si es que yo había adelantado el paso,

pero miré hacia tu lado y no estabas.

Y yo pensé que había estado veinte años

hablando solo.

Me imaginé, minutos más tarde, el momento que acababa de vivir, contigo enfrente. Quizás te hubiera enamorado un poco por aquellos tiempos en los que nos perdíamos por la ciudad. Seguro que hubieras dicho algo tan típico tuyo como: “estas cosas solo las haces tú”. Y yo mostraría cara de indiferencia, aunque por dentro fuese yo la que se estaba enamorando.

Pero ya no estabas. Ya no estás.

Últimamente vivo en una canción de Mina que dice: “Le strade vuote, deserte senza te. Leggo il tuo nome ovunque intorno a me tutti i miei giorni”.

Voy a fumarme un cigarro, pero no tengo tabaco. No sé cómo es que nunca aprendo a controlar si me queda o no tabaco. Lo más lógico es que estuvieras tú para pedirte un cigarro, aunque la marca que usas nunca me gustó. Fuerte y con sabor. Yo siempre he preferido algo suave y cálido. Y tú eras frío. Bajé en pijama al estanco. Ya es una costumbre para mí.

Recuerdo cuando corríamos por las calles estrechas de aquel barrio medio-abandonado. Tú mirabas fascinado cada uno de los rincones que yo ya me sabía de memoria. Te mentía diciendo que nunca había estado ahí y fingía estar igual de asombrada que tú, aunque en realidad me gustaba cada uno de los gestos que realizabas con la boca y los ojos. Absorbiéndolo todo como si fueran a derribar esas casas dentro de diez minutos. Te quedabas maravillado con cada esquina ornamentada como si estuvieras delante de un Sorolla. Todo te parecía maravilloso, incluso lo más decrépito. Todo era nuevo para ti, pero también lo fue para mí.

Me dejé llevar por el momento como si de una canción de “Vetusta Morla” se tratase, y eso que siempre tendía a actuar con precaución. No sé que pasó o porqué pasó, pero ahí estábamos compartiendo tabaco y alcohol. Como siempre. Como todas aquellas veces que me decías: “¿tomamos una cerveza?” Y terminábamos cerrando cualquier bar que tuviera billar.

Te ponías celoso cuando te señalaba algún bohemio que pasaba por la acera de enfrente y le soltabas algún comentario despectivo. Nunca tuve ese “te quiero”, ni tuve un “no, no te quiero, ya no”. Nunca tuve nada. Y yo pensaba que lo tenía todo.

La rosa que me regalaste, y que yo pretendí conservar, se marchitó con el tiempo como si de nosotros se tratase. Hablábamos una vez al mes y siempre era para saber que estabas genial, que no me echabas de menos y que salías con muchas mujeres. En el fondo llegué a pensar que era mentira, que lo decías para ponerme celosa pero, ¿Cómo podría ser que intentaras ponerme celosa y que nunca vinieras a por mí? Entonces me daba cuenta de  que todo eran imaginaciones mías, así que volvía a la realidad: una vez me contabas cómo te iba todo desparecías de mi vida. Otra vez.

Ahora las calles estrechas me parecen avenidas llenas de coches parados a cada extremo. Es Enero, pero parece que sea Diciembre. Has sido afortunado, el frío nunca me ha molestado y siempre lo he preferido más que el calor, así que no me importa estar sola en esta ciudad sin ti.

Los graffitis de la pared que un día fotografiamos, parecen las sombras de un pasado oscuro que alguien decidió plasmar. Se abalanzan sobre mí como si de una presa se tratase. Yo corro buscando una puerta de salida de emergencia, pero siempre llego a mi habitación con toda la ropa sobre la cama y la mesa; con ese olor a café de esa misma mañana y restos de tabaco por el suelo diciendo la misma frase de todos los días: “mañana arreglo este desastre”. Pero da igual que ponga cada jersey y sujetador en su sitio. El desastre sigue aquí dentro y no hay manera de poner orden.

“Eres perfecta, pero ella es mejor”


Nuria Baviera: @nuriabaviera

Un folio en blanco

La mente llena de frases, temas y preocupaciones que me gustaría plasmar, pero no puedo hacerlo. No fluyen las palabras adecuadas, no consigo hilar un concepto con otro y todo empieza a ser un verdadero caos. Mi yo “zen” está empezando a no saber cómo reaccionar y eso me preocupa. Es la misma sensación de inestabilidad que se siente al comenzar una historia de amor.

Al principio inspiración. Miles de ideas, miles de utopías que te embriagan y te hacen volar.

Vas escribiéndolas, con letra titubeante, errática. Escribes con miedo a equivocarte y tener que hacer un borrón y cuenta nueva. Piensas cómo estructurar cada frase varias veces antes de plasmarla. Es una sensación extraña, que antes no habías experimentado nunca, querías que por fuera fuese igual de bonito que por dentro.

Poco a poco, coges el ritmo, te adaptas y comienzas a escribir con mayor soltura. La historia coge fuerza, se suman nuevos escenarios, paisajes, colores y sensaciones. Llenas páginas prácticamente sin pensar, hasta que te entra el miedo de nuevo. Todo está pasando muy rápido, has avanzado más de lo que te gustaría admitir y lo que es peor, te estancas, te bloqueas y dejas frases a medias que unas líneas atrás hubieses terminado de la forma más simple.

La historia da un vuelco, ya no es lo que era. Los capítulos que antes eran todo flores, arco iris y purpurina se tornan amargas. Tensión, vuelven los borrones a las páginas, cada vez te desvías más de la historia original, buscas nuevas salidas, una vía de escape. Empiezas a soñar con poesía y no con la tragicomedia en la que estaba derivando todo tu esfuerzo. Caen lágrimas encima de lo escrito, no tenías eso en mente cuándo comenzaste, pretendías una historia como “Desayuno en Tiffany’s”, de Truman Capote y acabó siendo una novela de Marco Denevi.

Llegó el momento de culminar, de poner un punto final. Aún quedaban páginas en blanco en aquel block de notas que elegiste especialmente para esta historia, pero no quedaba tienta en aquel boli con el que habías decidido narrar una gran novela, con varios tomos si hubiese sido necesario. A partir de ese momento, vuelves a ser un alma libre, vuelves a soñar con nuevas historias que llegarán, seguro que llegarán.

Un nuevo block de notas, un nuevo boli, una nueva ilusión por escribir, vuelven a acumularse las palabras y las emociones. Vuelves a ser tu quien decide cómo va a ser la historia.


Sara Ruíz: @sararuiz15

Cierro los ojos…

… y aparezco de nuevo en esta silla, cada vez parece estar más fría, cada vez siento más el frío entrando por mi espalda,  paralizándome el pecho. ¿Cómo puede ser que hace 5 minutos estuviera tan a gusto?

Tú sigues enfrente, me miras esperando que diga algo, no sé exactamente qué tengo que decir. Mi mente acaba de explotar. Hay casi un millón de sentimientos y momentos que en fracciones de segundos se conectan uniendo parte del rompecabezas que nunca pude resolver. Demasiados sentimientos de golpe. Demasiada incertidumbre. Y tanto, pero tanto frío.

Todo flotando en mi cabeza sin la intención de tomar ningún rumbo claro. Y tú, no paras de mirarme, y yo no puedo mirarte a los ojos, aparto la vista. Me siento como un simple observador dentro de mi propio cuerpo. No puedo moverme, ni hablar. Frustrado, oigo la música de fondo, y a las chicas de la mesa de al lado, doy otro trago a la cerveza, y con los ojos cerrados y con todo absolutamente negro, siento las lágrimas deslizarse entre mis mejillas. Vocalizo sin aliento “imbécil, soy imbécil”. No alcanzo a decir nada más.

Y empiezas a desesperarte y me gritas “Dime algo, ¡dime lo que piensas por favor, pero no me dejes así!”. Pero yo, sigo sin saber que decir, te prometo que no sé qué decir, de verdad. Y sigo sin saber cómo he llegado hasta aquí, ni porque no puedo dejar de llorar. Despiértame de esta pesadilla por favor, despiértame.

El tiempo parece que se ha parado, estoy estancado aquí, y no quiero esto, no quiero sentir esto más. Necesito una distracción. Hay fútbol en la televisión del local, las paredes pintadas con dibujos graciosos parecen estrecharse cada vez más. Y cada vez estás más cerca, puedo escuchar tu respiración, pero te miro a los ojos, y estás a cientos de kilómetros. Más lejos que nunca.

“No llores por favor”. Te acercas y me abrazas, me das mil besos en la mejilla, en la frente, en el pelo… “¡Para por favor, para!”, Me agobio cada vez más, no entiendo nada, escucho mi respiración acelerada, las chicas de la mesa de al lado levantándose, creo que van fuera, pero acaban de llegar.

No me grites por favor, ¡te prometo que no se qué hago aquí! ¡Te lo juro!, no me puedo mover, ni dejar de llorar. Hago un último intento. Despierta, despierta. ¡Despierta!.  Por favor despierta…  No puedo más, no puedo más…  Sácame de aquí, te lo pido, Sácame…

Cojo la jarra y la acabo, nunca me ha gustado la cerveza, ni siquiera esta noche. Y espera, estábamos aquí para emborracharnos, lo recuerdo, habíamos venido a olvidar,  iba todo tan bien. ¿Qué ha pasado?¿Cómo hemos acabado así?

Has sido tú. O yo, que quería saber demasiado, pero nunca es demasiado.

¿Pero qué es lo que me has contado?

Te vuelvo a mirar a los ojos, apartada ya, frustrada por no poder hacer nada, frustrada por ver que he desaparecido, aunque esté sentado a tu lado. Y en tu mirada lo veo todo. Veo cada instante de los últimos meses desvaneciéndose como el humo en el aire. Me veo a mi reflejado, en mi ignorante felicidad. Y te veo a ti, o a quien me hubiese gustado que fueras, pero no eres.  Y veo la verdad. La verdad de todo esto, que me apuñala por la espalda a conciencia, y me quema las manos, que tiritan una vez más.

Y los recuerdos que guardaba por si algo iba mal, se esfuman de golpe, como si de un espejismo se tratara. Solo quería un poco de agua, un poco de agua en este cansado desierto.

Y despierto…

Y esta silla sigue igual de fría. Casi tanto como tú, o como yo.

Se acabó esta pesadilla, quiero irme de aquí, quiero irme a mi casa, quiero volver a casa.


Martín López: @martin93LC

Ante dificultades

¿Nunca habéis esperado con ansia un momento que a priori os cambiaría la vida para bien y, pasados unos meses, venderíais el alma al diablo con tal de retroceder al pasado y que nunca llegase dicho momento?

Creo que he de contaros mi historia. Tras varias aportaciones a este blog, me dispongo a cambiar el tema de mis escritos con la intención de sentirme mejor y de encontrar a personas que puedan sentirse identificadas conmigo.

Un año de dudas llegaba a su fin en una fecha concreta. Una serie de planes se cumplían y llegaba ese programado cambio de vida. Se afrontaba con ilusión, ganas y fuerza. Mucha fuerza.

El comienzo no pudo ser mejor. El ambiente era bueno, las sensaciones eran excelentes. Incluso se cruzó esa persona en el camino. La que ya no esperas por nada del mundo. La que te fascina de tal forma que sin quererlo se autoproclama objetivo principal de tu existencia. Era impensable en alguien con una vida tan mediocre como la mía pero era cierto.

Volvía a sentirme cómodo, feliz. Estaba saliendo todo según lo establecido y además había conocido a esa persona especial por la cual comenzaba a perder un poco hasta la cabeza. En el buen sentido de la expresión, obviamente.

Pasaban las semanas hasta que llegó el punto en el que todo dejó de importarme. Vivía por y para esa persona. Me levantaba cada mañana únicamente para encerrarme entre esas cuatro paredes y hacer algo que había dejado de motivarme. Ya no me llenaba, fuese por lo que fuese. Pero por convivir con esa persona y experimentar lo que experimenté con ella hacía lo que hiciera falta. Hasta que mi vida volvió a ser mi vida. Y por desgracia yo volví a caer en las dudas.

Dudas y reproches por los que me atormento día a día, minuto a minuto, segundo  segundo. Esa persona me abandonó tras una serie de circunstancias negativas para ambos. No solo eso sino que incluso creo que se rehizo y ahora es feliz en compañía de alguien que sí supo entenderla, o al menos eso parece. Me alegro por ello, siempre le desearé lo mejor.

¿Que cómo quedé yo? Hundido, triste, solo, desilusionado… Daría para escribir otro artículo, creedme. Ya no encuentro un motivo por el cual levantarme cada mañana.

Apenas duermo, mi mente no me deja si no es bajo los efectos de algún vino de bajo nombre. Y es una pena porque soy demasiado joven. Demasiado joven para arruinarme un futuro que cada día pinta más oscuro para mí.

Debo encontrar una salida de forma urgente. Ya estoy cansado de fingir sonrisas y de encontrarme con la presencia de esa persona cada día y no sentir más que frialdad y desprecio. Es demoledor.

Porque lo peor de todo es que, por no defraudar a nadie más, debo seguir en ese infierno mientras se abre otra puerta, ese infierno que un tiempo atrás creí mi posible salvación.


Longavic: @Longavic

Poesía de edredón

Me apetece poesía

Se me antojan tus gemidos

Yo le brindo pleitesía

A tus besos consentidos.

Me apetecen cuatro versos

Octosílabos, rígidos

Que muestren actos perversos

De nuestros cuerpos aguerridos.

Me apetecen los poemas

Que escribimos en tu cama

Resolver tus teoremas

Avivar aún más la llama.

Me apetece poesía

Entrar al desván letrado

Acabar la travesía

Morir cruel, pero a tu lado.

Me apetecen cuatro versos

Hacer polvo nuestro somier

Cumplir todos los excesos

Los que queramos cometer.

Me apetecen los poemas

Que producen tus orgasmos

Que nos crezcan los edemas

Por la pasión que nos damos.


José Sousa: @sousa_murillo

… y desperté.

Tras unas horas vuelvo a levantarme una mañana más, para vivir otro día intentando no terminar de asfixiarme con esta soga constantemente al cuello. Pertenezco a esta generación en la que unos pocos sentimos que nos falta el aire.
Lo único que necesito es seguir soltándolo todo a este psicólogo que nunca me interrumpe con preguntas, que solo escucha, analiza e interioriza en silencio. Odio que me interrumpan.
Busco poner todas las piezas de mi cabeza en orden y necesito exteriorizarlo, sin embargo, el destinatario sigo siendo yo. No busco un lector particular, no estoy escribiendo con ningún rostro en mente, ni ningún nombre, aunque vienen muchos. Cada vez que escribo algo me pregunto cuál será el significado de «me gusta», ¿será que se sienten como yo?, ¿será que creen que llegan a entenderme?, ¿qué les gusta mi forma de trasladar lo intrasladable al papel? Tantas preguntas sin respuesta
Jamás terminaré de comprender la combinación de mi personalidad; me resulta completamente banal la opinión que la mayoría tenga sobre mí y, sin embargo, siempre busco destacar en todo lo que hago. Buscando el reconocimiento del máximo público posible, como si creyese que soy alguien para abrirles los ojos, alguien capaz de sacarles de sus vidas llenas de postureo, conformismo y monotonía (el orden es importante). En eso, exactamente, nos hemos convertido; en víctimas de una sociedad en la que no importa quien seas, solo lo que aparentes ser. En la que se valora más a una persona falsa que tenga una buena cara para todos, que alguien que te muestra siempre su única versión. Porque, aunque nos obcequemos con la idea de encajar, la realidad es que nunca se encaja al 100% si no es fingiendo (no contéis conmigo). Ni siquiera con quien está hecho a medida. Por eso me conformo con un 75. Nunca he sido demasiado exigente en cuanto a números fuera de las mesas…
He aprendido muchas cosas en estos tiempos de villanos con galmour y superhéroes con ojeras: la más importante es que el mundo aparecerá de nuevo cuando vuelva a abrir los ojos. Siempre lo hace. Y siempre sigue exactamente igual. Por eso trasnocho tanto como puedo, así al menos lo tengo siempre vigilado y me sorprende lo mínimo.
Hay que ver lo que enseñan la música y el cine en ocasiones… Hay que ver lo que da de si coger un micro con unos cascos en las orejas o con unos altavoces a 5 metros… porque un día soñé con ser una rockstar y tener esa vida idílica; porque un día tuve esa vida idílica y me sentía una rockstar; y porque mañana seré una rockstar contando el viaje de ida sin retorno a esa vida idílica que un día me ayudaron a soñar… aunque al abrir los ojos el mundo siguiese ahí jodiendo como siempre. El problema es que ésta solo es una cosa más que dejo para mañana, que sé que haré mañana, pero todas las mañanas se llaman hoy y todas las tardes espero al mañana… Cojo un mic imaginario y floto, suelto lo que llevo dentro en algo que cada vez suena mejor y vuelvo a empezar (postureo, conformismo y monotonía).
Siempre veo caras nuevas, aunque compartan cuerpo, pero por suerte también veo y recuerdo caras viejas; a mis reales que, aunque día a día se separen más, aunque estén a veinte minutos en bici, tres horas en avión o siete en tren, siempre van conmigo, a pesar de que a veces nada resulte fácil o siquiera factible. Porque en el resto la falsedad es una gran virtud… por eso el corazón al aire y que les follen.

Ruben Pahíno: @Rubasace

Un pasado con retorno

Nunca he podido olvidar ese olor. Tu olor. Único e inimitable, suave a la par que intenso, de esos que embriagan, te transportan al mismísimo paraíso, de esos con los que puedes hasta soñar.

No quiero mentirme, no es tu olor lo que no olvido, eres tú, el que me buscaba en las noches, el que me hacía volar, el que acariciaba cada milímetro de mi piel y me acunaba en sus brazos.

Tú, quien me enseñó que los sueños están para cumplirlos, quien me enseñó todos los matices de un beso, lo que es sentirse una entre un millón, el que me enseñó el poder de las miradas. Tú, quien me demostró que las primeras impresiones siempre pueden cambiar, que se pueden romper los esquemas y que la locura no tiene porqué ser algo malo.

Recuerdo aquel día como si hubiese sido ayer, pero no, de aquello ya han pasado muchos años.

Aún hoy, cuándo pasan por mi mente esos preciosos momentos, suena de fondo aquella canción que llegó a ser un himno de pasión, una oda al hedonismo más puro, un homenaje a aquellas caricias que nos brindamos e incluso a las que quedaron pendientes.

Nos prometimos un paraíso, no un amor eterno, lo cumplimos. Teníamos nuestro pequeño lugar, apartado del mundo, dónde aislarnos, dónde dejar fluir todos nuestros pensamientos, nuestros deseos. Nuestro paraíso eran aquellas noches improvisadas, devorarnos, como animales; hablar sobre lo efímera que es la existencias humana y cuestionar a Nietzsche; ver amanecer en la playa, anochecer en tu habitación; que me hicieras eternas sesiones de fotos que nunca llegué a ver. Era bonito, sin ataduras, sin explicaciones ni rencores.

Éramos libres, era un amor libre, por llamarlo de alguna forma.

Nos despedimos con dos besos y un hasta que volvamos a vernos, nunca salió de nuestros labios un adiós, sabíamos que el destino volvería a unirnos.


Sara Ruiz: @sararuiz15

Sin avisar

En cuestión de días las calles volvían a recuperar su sentido. O mejor, en cuestión de noches. Con música, mucha y buena música. Mi sonrisa volvía.

Creo que eran nuestras pisadas algo mágico, se perdían. Aunque ellas iban sin rumbo y gracias a ellas podíamos acabar en cualquier barrio lleno de grafittis y de una rara sensación de abandono muy vintage. Pero me encantaba el hecho de no preguntarnos nunca cómo habíamos llegado hasta ese lugar, simplemente continuábamos. Tú y yo, también nos perdíamos pero de una forma muy distinta. Nos perdíamos en el juego, en una extraña complicidad, en un nosotros que nos imaginábamos una y otra vez pero que no existe. O, al menos, todavía no.

Supongo que la magia se escapaba entre las tonterías y la locura, entre tus pestañeos y mis risas. Cervezas y cafés que eran excusas. Para intercambiar palabras que tenían mucho sentido a veces, y otras ninguno. Y sin embargo, me gustaba cuando nos callábamos y que dijésemos tanto con una mirada.

Pero creo también que la magia era cosa del tiempo que quedaba. También éramos conscientes de ello. Hay cosas que sabemos que van a explotar, que pronto terminarán. Pero queremos verlas saltar por los aires, notar como ya no está. Porque he preferido desde que tengo uso de razón a vivir todo lo bello: Ya sea construyendo o viendo como se desvanece algo.

Porque puedo ver la belleza en el cigarro consumiéndose, en respirar el humo. En dejar las dudas aparcadas, aunque sea momentáneamente. Calladas hasta que llegue a mi cama, y ya no estéis ni tú ni tu voz. Y sea mi conciencia la que hable, haciendo un terrible monólogo sobre la autodestrucción con como único recurso convincente: No quiero decir que te lo dije, pero, te lo dije. Aunque lo que vivimos y entendemos a medias solo sea un recuerdo alguna noche en la que ya no podamos huir del subconsciente.

Veo las dudas, la fuerza y la belleza en el fuego. Carbonizando todo a su paso. Como el tiempo.

Y porque puedo ver la belleza en la corta vida de una mariposa. Volando y muriendo. En la intensidad. Y la veo porque he notado como se escapa mi frío cuando tus manos cogen las mías. Como tus ojos dibujan sonrisas.

No quiero pensar en esto como la llamada desconocida que nunca se descolgó, como la oportunidad que no se supo aprovechar, como las palabras que nunca se dijeron. Quiero vivirlo y una vez dentro ver qué puedo hacer.

Tampoco sé si llegará el día en que te eche de menos, en que no sepa como sacarte de mi mente, bien porque te odiase o porque te siga queriendo a mi lado. O si realmente me olvidaré de ti.

Lo bonito de esto es porque llegaste sin avisar, porque quisiste quedarte y lo hiciste aunque no pudieras, y porque no puedo prever cómo va a acabar y si lo hará. Porque no sé nada y simplemente, dejo que fluya. En ascensores, en calles a las que no recordaremos como volver, en ti y en mi.

«No amas a alguien por su apariencia, o su ropa, o por su carro costoso, sino porque canta una canción que solo tú escuchas»

Oscar Wilde


Sofía Gallardo: @SofiaGP57

Por culpa de uno, de otro, de nadie o de los dos.

Qué jodidamente cruel puede llegar a ser la vida. Qué duro es que alguien que

compartió confidencias, experiencias y sensaciones con nosotros se baje de nuestro tren

por culpa de uno, de otro, de nadie o de los dos.

Por lo que sea, llega ese momento en el que dos fuerzas -opuestas o no- chocan y todo

estalla. Quizá porque así estaba escrito que debía de pasar. Para bien o para mal. Y es

una lástima, no sé si lo sabéis o lo habéis experimentado, pero os afirmo que lo es.

Es duro ver como todo cae en saco roto. Ver como lo malo acaba pesando más que lo

bueno hasta rajar con su veneno dicho saco y hacer que lo positivo caiga en el olvido.

En un olvido del que, por desgracia, nunca se irán los momentos que dolieron y las

palabras que atormentaron a cualquiera de las partes.

También sucede algo al término de las hostilidades. Esas que ninguno de los sujetos

quisieron protagonizar pero en las que el azar les obligó a verse envueltos. Llamamos

azar a la falta de comunicación y al mal entendimiento por buscarle un nombre lógico

que dañe menos. Aunque no lo consiga.

Ocurre que siempre una de las partes queda en desventaja respecto a la otra. Bien

por pensamiento, culpa, desamor o indiferencia. Incluso hay a quien estos cuatro

destructivos elementos le retumban en la cabeza bajo el mismo compás, como si de una

orquesta se tratase. Vale, me habéis pillado. A mí me sucede.

Pensamiento eterno al recordar de forma tan instintiva como involuntaria a esa persona

que no puedes dejar de querer aunque intentes odiar por motivos que terceros te ofrecen

para ayudar y que ni tú mismo terminas de creer.

Culpa por lo que pudo ser y no fue. Por la no omisión de palabras desmedidas o por el

lamento tras no llevar a cabo actos que hubiesen hecho posible la hazaña y mantendrían

viva la esperanza.

Desamor al ver como el predicado de tu oración, la incógnita de tu ecuación vuela

de tu vida con la intención de no regresar jamás porque sus esfuerzos e ilusiones se

marchitaron a base de conflictos que por otra parte pudieron haberse evitado.

Y por último, indiferencia. Esa sensación de desprecio que se experimenta al no recibir

ni un mísero saludo. Ni una sola mirada. Al sentirte un desconocido para ese alguien

que te marcó la vida. Eso es lo peor de todo. Que dos personas que un día coincidieron

en el camino y trataron de continuarlo juntos cojan senderos distintos para nunca

reencontrarse.

Así de cruel es la existencia.


Longavic: @longavic

Contando cada instante

Un riachuelo en tu pelo

De hilos finos, color oro

Que te llegan hasta el cuello

Que cubren como un tesoro.

Lentamente, con el viento

Estos hilos acarician

Tu tez con atrevimiento

Y mis miradas propician.

Unos ojos venenosos

Sinceros y penetrantes

Que felices son preciosos

Mas tristes son aplastantes.

Riachuelos claros, rubios

Que bañan palmos de tu piel

Que soportan los diluvios

En tus ojos de color miel.

Dos mofletes en mi Vida

Como los tuyos no veré

Son el punto de partida

De tu belleza.

Lo encontré.

Voy contando cada instante

En que logro contemplarte

Quiero hacerlo permanente

Lo consigo al recordarte.

Yo soy ogro, tú doncella

Con tu dorada melena

La que brilla cual centella

En noches de Luna llena

Eres tango en Buenos Aires

Cuando se baila con pasión

Yo soy pasto de desastres

Gañán de bailes de salón.

«Inspirar olores de verano para superar los inviernos»

«Sigo pensando que los amores no correspondidos son la droga natural más potente de este mundo. Tanto de los que sienten como de los que no los corresponden. Todos siempre acaban sufriendo, pero vuelven a caer en sus redes. ¿Qué te lleva a desear a alguien con tanto ahínco cuando sabes que no te quiere? Si te has sentido deseado y has rechazado a la otra persona, ¿por qué entonces deseas a alguien que sabes que no te corresponde?»

El otro día, en este mismo blog, mi amiga Sara escribió: «El amor es venenoso, infantil y traidor».

Puede ser que eso sea el amor si estás inmerso en una relación tormentosa que se equipara a un culebrón. Pero, por lo general, yo no creo que el amor sea eso.

Para mí, el amor es lo que te hace libre. Es lo que te hace ser tú en tu propia esencia. Con total libertad. Pero el amor no tiene porqué implicar amar a otra persona, sino también puede hacer referencia al amor que uno siente por sí mismo.

Otro de los grandes problemas que veo hoy en día es que las personas se pasan la vida «buscando a la media naranja» porque, al fin y al cabo, es lo que nos han enseñado desde que nacimos. Encontrar a la media naranja para obtener «y comieron perdices y vivieron felices», sin darnos cuenta que la media naranja está enfrente de nosotros cuando nos miramos al espejo. ¿Desde cuándo necesitamos a alguien para ser feliz?

Cuando te gusta alguien, te da igual el resto del mundo. Incluso te da igual hasta tu propio ser, porque sueles vivir por y para esa persona. Para hacerla feliz. ERROR. En una relación debes hacer feliz a tu pareja, pero antes debes hacerte feliz a ti.

Una relación es de dos (suele ser de dos). Cada uno tiene unos cimientos que sustentan la relación, así que cuando uno de los dos falla, toda la relación cae.

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Con esto, no pretendo criticar a las personas que sí que tienen pareja. Me parece algo hermoso poder tener alguien con quien compartir parte de tu vida, solo intento mostrar que no tener pareja también puede llegar a ser bonito en cierto sentido.

Si estás leyendo esto y tienes pareja, disfruta mucho el tiempo que compartas con esa persona. Aprende de lo malo y valora lo bueno. Caeros los dos al suelo y que esa persona esté ahí para tenderte la mano; que se caiga esa persona y que tú estés a su lado para ayudarla a seguir adelante; si estás solter@ no te preocupes, disfruta del tiempo que tienes a tu disposición en hacer cosas que te llenan y aprende a no depender de nadie ni a esperar nada de nadie. Sé independiente y disfruta de la juventud, que se va volando. A todos nos llegará esa persona especial que cambiará nuestras vidas. Y puede ser la definitiva, y puede que no lo sea. Al final, las personas estamos de paso.

«Quizás las personas decidimos estar juntas solo un tramo del camino. Son experiencias que debemos agradecer: a ellas les debemos el ser la persona que somos y le han allanado el camino a las personas que están por venir»

Que no te preocupe el tiempo que pasas sin compartirlo con una media naranja. Preocúpate de no aprovechar el tiempo para dedicártelo a ti mismo.

Ya lo dije en otro post: «es muy difícil compartir una vida con alguien, pero es más difícil compartir una vida con uno mismo»

«Podría ahora contarte que pasaba las tardes mirando al espejo estudiando los gestos por si me cruzaba contigo, poder disimular. Podría contarte que me concentraba para poder mirarte a la cara mientras respiraba. Y sin saber, perdí poco a poco las ganas de verte. Pensar que lo que fue, ya nunca volverá. Y cuando pasó todo ese tiempo, y tras escuchar centenas de consejos que alguna vez yo también dije, aquello tan grande, se volvió pequeño. Y qué pena daba ver que se acababa aquello que para siempre iba a durar. Y ahora que la vida se ha vuelto más grande y en medio del mundo ya no eres gigante… te recuerdo a diario pero yo ahora prefiero agarrarme a otra mano«


Nuria Baviera: @nuriabaviera

 

 

 

Tic-Tac

Esta noche he vuelto a llegar a las tantas, tras pasarme medio día contigo, sin más, sólo por tenerte al lado, por saber que estás ahí, por sentirme vivo. Hablo de esa sensación de comodidad incondicional, ¿sabes?, de esas ganas de que se pare el mundo y, ya si eso, otro día darle cuerda. Quien pudiera…

Cada vez estoy más convencido de que el tiempo es relativo, no puede haber otra explicación. En tan poco has llegado a donde casi nadie. Has conseguido que me cueste imaginar un día en el que no estés ahí, en el que no te vea, en el que no hablemos. Ni te imaginas lo lento que pasa el tiempo sin ti. En cambio, estando contigo, cada vez que miramos el reloj nos queda una hora menos. Pero siempre hay tiempo… Al menos parece que siempre lo sacamos si es para el otro.

Llevo horas evitando este momento, el momento en que que coja el folio en blanco y le hable como si fueras tú. Me he puesto de fondo una lista de reproducción de una hora y media con Mozart, Beethoven, Bach, Vivaldi… me ayudan a desconectar del mundo, al igual que tú. Espero que me llegue…

Creo que ya es el momento, sí, definitivamente es el momento. Ahora solo falta saber por donde empezar…

Es irónico porque no sé ni como empezó esto, como hemos llegado a este punto. Solo sé que solo me arrepiento de una cosa y es de no tener un recuerdo suficientemente nítido de aquel beso pero, probablemente, de no ser por esa situación jamás hubiera ocurrido. Está bien así. Por ser tú.

Sin saberlo llevo escribiéndote desde antes siquiera de conocerte… releo todas esas frases y te veo a ti, a mi lado, al margen de las bombas que nos tire el mundo. Pensarás que soy un romanticón, que me enamoro con facilidad, que se lo digo a cualquiera… tú me has hecho recordar lo que son «solo» mariposas y lo que realmente es perder la cabeza por alguien.

Dices que nadie te querrá como él… A mi me gustaría prestarte mis ojos para que te vieras a través de ellos. No pretendo competir, no soy quien, pero sí te puedo asegurar que a este punto sólo había llegado una vez. Y no fue tan mal al fin y al cabo.

Por más vueltas que le doy me niego a creer que no acabe contigo, que no seas para mí, que no estemos hechos a medida. Da igual lo que me digas, probablemente nunca termine de creerte, probablemente una parte de mí siempre perdera el culo por ti, por nosotros, por muy enterrada que me pidas que deje esa faceta nuestra.

No tienes ni idea del vértigo que me dan frases como «me gustas», «te quiero», «me encantas»… realmente no lo sabes. Nunca volví a querer de la misma forma, no desde entonces, no hasta ti.

Odio sentirme importante, me agobia, me otorga responsabilidades que rara vez quiero asumir. No las necesito. Al final siempre acabo huyendo antes de que se ponga serio. Sin embargo, me gusta que seas la primera persona a la que hablo al levantarme y la última cuando ya me quedo dormido.

Quiero ser importante para ti, quiero que me quieras, lo necesito, me haces sentir invencible, invenciblemente tuyo. Me encanta leerlo, escucharlo, saber que lo estás pensando cada vez que me insultas… Me haces imaginar un futuro contigo, visualizarte en todos esos lugares, creer en algo más allá de objetivos que busquen satisfacción personal…

Lo peor de todo es que cada vez que estoy contigo siento que todo esto es mútuo, eso es lo que me mata. No te esfuerces en negarlo, no te creeré, no por un tiempo. Necesito creer que es cierto, que mis ojos no me engañan, que tus manos buscan las mías y que tu boca es sincera. Por lo demás… me sobran 20 minutos aún. Preferiría quedar contigo, abrazarte y contarte todo esto pero esta vez necesitaba darle forma, que todo, aunque ligeramente desorganizado, tenga un sentido como conjunto, al igual que tú y esas imperfecciones que me vuelven loco.

Te veré en cuanto pueda, que serán unas horas, y sé que pase lo que pase nada habrá cambiado. Estaremos como siempre porque, en el fondo, sé, desde casi el primer día, que llegaste para quedarte toda la vida.

Ante todo gracias, no puedo decir menos.

Nos vemos en nada…

Te quiero.

Ruben Pahíno: @Rubasace